Los sueños son porciones de nuestro vivenciar que representan nuestra forma de ser, tanto a nivel consciente como inconsciente. A través de ellos, revivimos episodios de la vida, recreando o bien inventando nuevos escenarios sobre los cuales plasmamos mundos imaginarios. En ellos dibujamos y damos vida a nuestros deseos, recuerdos, temores, problemas. Incluso ensayamos nuevas salidas a un problema o finales distintos para una historia.
Nuestro cerebro tiene la capacidad de replicar con alta fidelidad los objetos y los estímulos ambientales, a tal punto de que puede producir en nuestros sentidos exactamente la misma respuesta que estos tienen ante un estímulo del mundo externo durante la vigilia. Esto explica por qué la mayoría de las veces no nos damos cuenta de que estamos soñando y experimentamos el sueño como real. Creemos en lo que vemos, oímos, tocamos, etc.
Los sueños tienen una duración promedio de 15 minutos. Sin embargo, da la impresión de que se sueña durante horas, ya que en un sueño de 15 minutos puede transcurrir un día entero o más. Esto puede entenderse si pensamos en que la velocidad del pensamiento es muchísimo mayor a la velocidad de los acontecimientos reales.
Podemos llegar a sorprendernos de la capacidad de crear y asociar de nuestra mente. Parecen tan extraños algunos contenidos que casi los experimentamos como ajenos a nosotros; incluso aparecen muchas cosas carentes de lógica e imposibles en realidad. Y lo extraño es que, pocas veces, existe un juicio o un cuestionamiento acerca de esto durante el sueño. Por supuesto, si al despertar lo recordamos, nos llamará enormemente la atención.
Muchas veces, el origen de los sueños podría adivinarse o al menos suponerse, cuando se trata de casos en que se replica una situación o hecho que ha ocurrido durante el día. Otras ocasiones, en cambio, parecen venir de lugares totalmente desconocidos de nuestra mente, despertando nuestra curiosidad y desconcierto. Sabemos que es algo nuestro, pero ciertamente nos produce extrañamiento. Incluso algunas veces lo pasamos mal…
En estos casos, parece quedar en evidencia la existencia de una parte de nuestra psiquis que permanece oculta para nosotros. Para Freud, esta suerte de ocultamiento es resultado de la represión. Este es un mecanismo de defensa que ha enviado al inconsciente una idea intolerable para la consciencia, y dichas ideas serían producto de vivencias traumáticas de la infancia, por lo que la represión nos defiende de tales recuerdos. Según Freud, al soñar podemos tener mayor noticia de lo reprimido que durante la vigilia, ya que tomamos contacto con nuestro inconsciente. Sin embargo, no podremos acceder del todo a él, ya que estas ideas intolerables, se expresan deformadas en los sueños. Freud propone que esta deformación es resultado de 2 mecanismos de defensa que se añaden a la represión: la Condensación, que fusiona 2 o más elementos del sueño en un solo elemento, de manera que este último elemento puede tener varios significados. Por ejemplo, un objeto, lugar, persona o situación pueden hacer alusión a muchas cosas a la vez. Y el Desplazamiento, que es la deformación de los elementos del sueño, simbolizándolos a través de otros elementos o contenidos. Por ejemplo, en un sueño en el que me sitúe en una playa, la playa misma puede asociarse al recuerdo de alguien a quien le gusta mucho ese lugar; o a mi infancia, porque solía ir a esa playa, etc.
Si combinamos ambos mecanismos (como habitualmente ocurre en los sueños), si sueño con la misma playa, esa playa puede que yo la esté asociando con mi niñez, pero también, al mismo tiempo, tenga que ver con el recuerdo de un ser querido que le gustaba ir a la playa, pudiendo tener más significados de manera simultánea, y añadiendo más elementos.
Si le creen a Freud, entonces podemos pensar que los sueños reflejan la altísima complejidad con la que funciona nuestra mente; es como un laberinto, con distintos niveles, y como si fuera poco, no lo conocemos ni llegaremos a conocerlo. Sin embargo, los sueños se ofrecen como una pequeña ventana a través de la cual podemos, quizás, saber algo más de nosotros.
Autor: María Francisca Correa